El asesinato de suleimani
08 de enero 2020
IRAN
El asesinato de Suleimani y el destino de los que siempre pierden.
Uno de los
principales objetivos del general asesinado fue reprimir por todos los
medios las movilizaciones contra los Gobiernos y regímenes del
eje iraní. El deseo de que las víctimas de Suleimani sean
protegidas y honradas no es incompatible con la certeza de que Trump
supone una amenaza para Oriente Próximo y, sobre todo, para
quienes siempre pierden en las guerras que dirigen las grandes potencias
AUTORA: Leila Nachawati *
El
reciente asesinato en Bagdad del general iraní Qasem Suleimani,
responsable de una unidad de la Guardia Revolucionaria Islámica
iraní, ha generado numerosos análisis, muchos de ellos
centrados en dicotomías en torno a su figura: ¿Era
Suleimani el azote de ISIS o una amenaza para la paz en la
región? ¿Debemos lamentar el asesinato del hombre fuerte
de Irán o celebrar el fin de un terrorista peligroso?
En lo que
respecta a Oriente Próximo, los análisis suelen girar en
torno a intereses geopolíticos que obvian las dinámicas
internas de cada contexto y sus consecuencias sobre la
población. Visiones de tablero de ajedrez, de guerras proxy o
por intermediación, en las que suelen estar ausentes las
víctimas civiles de los conflictos. Sus verdaderos
protagonistas. Quienes siempre pierden y siempre pueden perder
más en los juegos de las grandes potencias.
¿Qué
supone para las poblaciones de la región el asesinato de
Suleimani? ¿Y qué implica que sea la
administración estadounidense quien, unilateralmente y sin
juicio, lo haya asesinado?
Condenar a Suleimani, honrar a sus víctimas
Muchos
atribuyen a Suleimani el haber contribuido a la derrota militar de ISIS
en la región. Sin desestimar su participación en una
lucha en la que tuvieron un papel clave las fuerzas kurdas, la
presencia del general en la región es muy anterior al
surgimiento del grupo y se encuadra en la política expansionista
iraní, de búsqueda de hegemonía chií en
Oriente Medio, frente a la agenda de hegemonía suní de
Arabia Saudí.
Uno de los
principales objetivos del general, en el marco de esa agenda, fue
reprimir desde el inicio con todas las medidas a su alcance el
descontento popular contra los Gobiernos y regímenes que forman
parte del eje iraní en la región.
En Siria, su
papel fue clave en dar forma a una guerra en la que todas las
líneas rojas se han traspasado, los mecanismos de
protección de civiles brillan por su ausencia y la impunidad ha
llegado al punto de normalizar los ataques a hospitales, colegios y
otras instalaciones civiles. Physicians for Human Rights (PHR), un
grupo de derechos humanos que monitorea los ataques a instalaciones
médicas en Siria, ha documentado cientos de estos ataques desde
2011. PHS denuncia también el asesinato de cientos de
trabajadores sanitarios y la tortura sistemática de personal
médico.
Es
difícil imaginar el devenir del conflicto sirio sin el papel
clave de Irán en su apoyo al régimen sirio y sus
violaciones de derechos humanos, entre ellas las medidas de "cambio
demográfico o sectario", reubicaciones forzosas de grupos de
población basados en su confesión religiosa. Según
el portal de noticias sirio AlJumhuriya, "pocos individuos han causado
en Siria el nivel de sufrimiento que ha causado Suleimani, el poderoso
señor de la guerra iraní". Entre sus tácticas
más infames está el uso del asedio y la hambruna,
conocidas popularmente por las fuerzas del general como al-joo’
aw al-rukoo’ ("morir de hambre o someterse"). Unas
tácticas, ilegales según el derecho internacional,
responsables de aterrorizar a grupos de población siria
aislándolos e impidiendo su acceso a alimentos y medicinas en
barrios como Yarmouk, Ghouta, Qusair y Muaddamia.
No es
sorprendente por tanto que en Idlib, el último reducto fuera del
control directo del Gobierno de Asad y sus aliados rusos e
iraníes, la muerte de Suleimani fuese recibida con alivio, entre
protestas contra las masacres por parte de las fuerzas de Irán,
Rusia y Asad y el rechazo de autoritarismos locales como el que ostenta
el grupo HTS (Hayat Tahrir al-Sham, escición de Al-Qaeda) en la
región.
"En Irán sabemos cómo lidiar con las protestas"
También
en Irak ha dejado su huella Suleimani, responsable de la
represión de manifestaciones que desde hace meses sacuden el
país, en protesta tanto contra la corrupción y la
pésima gestión de las autoridades como de la injerencia
extranjera en el país. Más de 500 manifestantes han sido
asesinados sólo en los últimos meses. Pese a todo, las
manifestaciones no han cesado.
El 5 de
enero, poco después del asesinato del general, cientos de
jóvenes iraquíes tomaron las calles para expresar su
condena tanto a la injerencia estadounidense como a la iraní.
Suleimani ya
era célebre por su brutalidad en la represión de
manifestantes en su propio terreno, Irán. "En Irán
sabemos cómo lidiar con las protestas", afirmaba unos meses
antes de morir jactándose de la represión por la que eran
conocidos los cuerpos de la Guardia Revolucionaria. El general
replicó sus tácticas en Bagdad.
Ya a finales
de los años 90 del siglo pasado, durante la revolución
estudiantil que estalló en Teherán, el general
destacó como uno de los firmantes de una carta en la que se
exigía al presidente Jatami que "aplastase la rebelión
estudiantil", y que de no hacerlo, el propio Suleimani se
encargaría de sofocarla, amenazando también la propia
permanencia en el poder de Jatami.
Desde
entonces, y hasta las protestas más recientes, la
represión no ha cesado. Amnistía Internacional denunciaba
en diciembre la "masacre de manifestantes desarmados", el asesinato de
más de 300 personas, la desaparición forzosa y tortura de
manifestantes, algunos de ellos menores de 15 años. Entre ellos,
periodistas como Mohammad Massa’ed, el activista kurdo por los
derechos de los trabajadores Bakhtiar Rahimi, la estudiante Soha
Mortezaei y defensores de los derechos de las minorías como
Akbar Mohajeri, Ayoub Shiri, Davoud Shiri, Babak Hosseini Moghadam,
Mohammad Mahmoudi, Shahin Barzegar y Yashar Piri.
Las consecuencias de la política belicista de Trump
El debido
honor a las víctimas no debe eclipsar la amenaza que supone
también Trump para la región, y sobre todo para quienes
siempre pierden en las guerras que dirigen las grandes potencias. Su
belicismo desenfrenado, su empleo de la táctica de "asesinatos
selectivos" que popularizó la ocupación israelí
tras el estallido de la Segunda Intifada y su amenaza a bienes
culturales y arqueológicos iraníes y de la humanidad.
El presidente
Trump, como recuerda la relatora para ejecuciones extrajudiciales de
Naciones Unidas, Agnes Callamard, ha violado probablemente la legalidad
internacional con la operación contra Suleimani.
El presidente
de EEUU ha declarado una guerra abierta a Irán que con toda
probabilidad se librará, como lleva décadas ocurriendo,
en la región de Oriente Medio y con consecuencias impredecibles.
Y sufrirán quienes siempre sufren en las guerras que deciden
otros: la población siria, asediada desde hace años por
los ejércitos de Asad, Irán y Rusia; la población
iraquí, atrapada entre la injerencia estadounidense y la
iraní; la población kurda, rehén de Erdogán
y de peligrosas alianzas con Estados Unidos y Rusia; y la
población palestina, que suele pagar el precio de cualquier
estallido en la región, entre otros.
Como
señala el medio egipcio Al Shorouk en su artículo 'Los
tres criminales: EEUU, Irán y Sadam', en el que analiza las
reacciones al asesinato en Irak, parece seguro que la muerte de
Suleimani derivará en un enfrentamiento global en la
región, en el que la única esperanza es la unión
de la población para "expulsar de una vez por todas a
iraníes y estadounidenses, como los iraquíes llevan
semanas haciendo".
En palabras
del investigador libanés Gilbert Achcar en su artículo
'Ni EEUU ni Irán': "A la luz de los acontecimientos parece que
al menos el movimiento iraquí va a continuar. No deja de crecer
el deseo de la mayoría de iraquíes, independientemente de
su confesión religiosa, de poner fin a la
instrumentalización que las distintas fuerzas hacen de su
territorio como campo de batalla, para controlarlos".
"La
situación del mundo árabe en los últimos
años ha tocado fondo. Vive bajo una férrea
ocupación extranjera: sionista, estadounidense, rusa,
iraní y turca. Cada una de estas ocupaciones cuenta con sus
propios agentes árabes", señala el autor. "Esperemos que
en esta nueva década que comienza veamos el renacimiento popular
en la región que comenzó en la década pasada en
Túnez y que continuó recientemente en los movimientos
populares de Irak y Líbano. Y que logremos la libertad y
soberanía que tanto anhelan nuestros pueblos, sin las cuales
será imposible alcanzar nuestras aspiraciones
democráticas y sociales", añade.
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Especialista en comunicación y derechos humanos en Oriente Medio
y norte de África. Máster en Cooperación
Internacional. Profesora de Comunicación en la Universidad
Carlos III de Madrid.